Nadie sabe cómo empezó o cuál fue el motivo de que tal catástrofe se cerniera sobre sus cabezas. Una mañana cualquiera de un mes cualquiera, los muertos se levantaron de sus tumbas y comenzaron a caminar una vez más por la tierra, llenos de hambre, faltos de consciencia o razón, sin recordar quiénes habían sido y las familias que dejaron atrás. La población humana se sumió en el caos y en el desconcierto, no sabiendo cómo tratar a esos que algún día fueron importantes para ellos. Que todavía lo seguían siendo.
Lo bautizaron como el Amanecer, el Despertar, etiquetando una situación con el fin de sentir que podían controlarla. Se luchó y masacró, hubo bajas imposibles de contar en ambos bandos; hubieron personas que se negaron a aniquilar rostros conocidos, miradas añoradas, y ese fue el motivo por el que hombres y mujeres de a pié, de todas las edades, se alzaron con el fin de proteger a los que consideraban suyos. De salvaguardar su tierra y legado, de defender su derecho a seguir con vida. Una vida que en verdad era muerte.
Pero algo pasó y entonces, un rayo de esperanza emergió entre tanta oscuridad.
Se había descubierto una cura para frenar en seco esa rabia, la necesidad por alimentarse de esos a los que llamaron Resucitados. Las familias podían volver a juntarse y sentir que el peligro había pasado. Una medicación se desarrolló después de arduos meses, años incluso, de trabajo, de investigar con el cuerpo y cerebros de aquellos no muertos que habían podido rescatar de ciudades o pueblos. Creada a partir de la propia médula ósea de los Resucitados, no los devolvía a la vida, no les permitía sentir, ni siquiera curaba sus heridas, pero los
controlaba. Y aquello fue más que suficiente para los escépticos. Los tratamientos comenzaron de una forma masiva, llenándose hasta no dar a vasto los centros médicos diseñados exclusivamente para aquellos que buscaban ser reinsertados en la sociedad. A los tratados se les dio el nombre
Parcialmente Muertos y se les devolvió a sus familias una vez pasados los seis meses reglamentarios de adaptación y adecuación a su
nueva vida.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas.
Una asociación denominada
Undead Liberation Army (ULA) emergió en el mismo momento en que esta especie de cura se expandió por todo el globo. Liderados y guiados por El Profeta,
no muertos de todo mundo, aquellos que no deseaban sucumbir bajo los estándares que los humanos les imponían, se unieron para reivindicar sus derechos como lo que ahora eran pues, desde su punto de vista, no había nada de malo en cuanto a su apariencia o condición. Se sentía bendecidos por haber logrado regresar a la vida y poder disfrutarla en esta segunda oportunidad dada. El Olvido Azul, una droga que devolvía a los resucitados a su época de criaturas descontroladas e irrazonables por un definido periodo de tiempo, comenzó a ser otorgada a esos que estaban dispuestos a adoptar una forma de manifiesto más radical. No era fácil conseguirla, pero tampoco resultaba imposible. Las autoridades se sintieron amenazadas por esa sustancia de la cual sólo conocían su nombre así que no se dudó en tomar medidas: Aquellos reinsertados que demostrasen una actitud violenta o rebelde serían devueltos a las instalaciones especializadas para ellos con el fin de tratar su modo de actuar.
Por otro lado, los civiles sospechan de que la ULA trama algo debido a las palabras de su guía: El Profeta. Habla de milagros, de que los buenos y justos se levantarán de nuevo. Habla sobre el Primer Resucitado, no obstante, los detalles siguen siendo un secreto para todos. Tanto para los vivos como para los muertos.
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